sábado, 6 de diciembre de 2008

¿Porqué un tarot en las calles de Buenos Aires?

Dice Gilles Ivain en Formulario para un nuevo urbanismo, manifiesto fundacional del Urbanismo Situacionista: “En la ciudad nos aburrimos, ya no queda ningún templo del sol (…) tenemos que fatigarnos indecentemente para seguir descubriendo misterios en los anuncios de las calles, el último estado del humor y la poesía (…) Todas las ciudades son geológicas y no podemos dar un paso sin encontrarnos con fantasmas, cargados con todo el prestigio de sus leyendas. Evolucionamos en un paisaje cerrado cuyos puntos de referencia nos conducen incesantemente hacia el pasado. Algunas esquinas en movimiento, algunas perspectivas huidizas, nos permiten entrever ciertas concepciones originales del espacio, pero esta visión sigue siendo fragmentaria.”

Italo Calvino proponía la idea de que todo paisaje contiene una aglutinación de símbolos que el ojo del caminante reconoce como señales: desde huellas de animales hasta el verdor de las plantas, todo puede ser señal de otra cosa. Dice también que los paisajes urbanos se caracterizan por una abundancia infinitamente mayor de símbolos construidos expresamente en su función simbólica: un cartel indica una taberna, otro, señala un cruce transitado. En un nivel intermedio, un territorio o la arquitectura misma revela una génesis superpuesta al presente, una razón de que las cosas sean como son, uno o varios acontecimientos donde la voluntad, el deseo, la emoción, el pensamiento, la historia, quedaron plasmados en la fachada de un edificio, una vereda, el torcerse de una calle...
Los Urbanistas situacionistas denuncian lo siguiente: “una enfermedad mental ha invadido el planeta: la banalización. Todo el mundo ha quedado hipnotizado por la producción y el confort: desagües directos, ascensor, cuarto de baño, lavadora”. Al parecer, la simbología de la que habla Calvino ha quedado atrás, relegado a un segundo –o tercer-- plano invisible.

Pensemos en un símbolo clásico de la ciudad: el Obelisco, obra del arquitecto Prebisch. Detrás del inocente monumento se esconden en realidad una serie de simbolismos. Al estar regidas sus medidas y proporciones por el Número de Oro, se encuentra en perfecta sintonía con el sistema cósmico neo platónico y su métrica. Según esta concepción, el Número de Oro expresa un sistema cosmológico y metafísico que se cimentaba y justificaba en la métrica del cosmos. En el caso del Obelisco porteño, el número áureo que acepta es 1.829. Si se lo usa como exponente del número diez nos da su altura: 67.50 metros. Su sombra en el solsticio de inverno nos da un hectómetro. Su modulación es equivalente a la modulación de las nueve esferas cósmicas. La inclinación del lado del piramidón apunta a la constelación de la Cruz del Sur a las 20 horas del 20 de junio.

Podemos pensar entonces que todo signo es símbolo de otra cosa, e incluso puede serlo de otro signo. El proyecto Tarot Buenos Aires intenta buscar esta superposición simbólica por medio de la intervención plástico-pictórica en lugares significativos de la ciudad. De esta forma, las intervenciones traerán nuevamente a la superficie el contenido conceptual, o al menos uno posible, de la realidad material de la ciudad en su aspecto simbólico e histórico.
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El hecho mismo del pintar colectivo se erigirá como la primera reivindicación de este “traer al conciente” el simbolismo latente, en una suerte de invocación o “construcción de situación” a la manera de los situacionistas.

El resultado plasmado en las calles, o mejor, la colección de resultados de las intervenciones conformaran una suerte de “recorridos otros” en la ciudad, construyendo una ciudad posible más cercana a la idea situacionista: “De un modo u otro, cada cual habitará su catedral personal. Habrá estancias que harán soñar más que una droga y casas donde solo se podrá amar. Otras atraerán irremisiblemente a los viajeros….”

2 comentarios:

Maty dijo...

tarot+arte=GENIAL

matias_nob1@hotmail.com

Andrea dijo...

excelente !! quiero participar!!!!